Confesiones

Desde que Ryanair sacó sus vuelos por 20 euros, confesar que no has volado nunca es duro… muy duro… y más cuando ya vas teniendo cierta edad: 25. Sí, parece increíble pero hasta hace unos días no había salido más que un par de ocasiones de nuestra amada península (y en coche), así que para estrenarme decidí hacerlo a lo grande y de la mejor manera: con un vuelo de 10 horas y, lo que es mejor aún, con my love que tiene más pánico a los aviones que Ana Obregón.

Si ya esto parecía hard rock, decidí complicarlo un poco más llevando a mi Pipa de 6 meses, beginner también en esto de los aviones.

En fin, lo primero que hicimos es hacer más colas que un concierto de Bruce Springsteen: cola para dejar las maletas (cualquiera con un mínimo de imaginación podrá calcular el número llevando un bebé), cola para cambiar dinero (véase estafa en el diccionario), colas para pasar con el equipaje de mano… Todas fueron largas con un bebé de siete kilos y medio a la espalda, pero esta última se llevó la palma cuando te hacen descalzarte, vaciar media maleta y encima hacer una cata de los suculentos potitos Nestlé, no seas que se te ocurra mezclaros con tranquilizantes (luego tienes 10 horas para arrepentirte de no haberlo hecho).


Finalmente después de recorrer la ruta de la seda llegas al duty free, que si se piensa es lo más paradojico que existe, porque ojo al dato, si llevas cristal o ciertos alimentos no te dejan pasarlos pero una botella de vino del duty free, por mucho cristal que lleve la puedes pasear con todo tu orgullo. Efectivamente, amigos, ese cristal es cristal élfico y no corta ni puede causar incidentes.

Total que si todavía no estás cansado de esperar te toca esperar un par de horitas a tu avión, que en mi caso cambió de pista en el último momento, lo que hace que corras más que en los San Fermines por llegar a tiempo.Ya en el avión, respiras hondo, sin saber que te espera una comida insufrible, un bebé hiperactivo y lo que es peor, el cambio de pañal. Al principio lo hice sobre las piernas, pero tras los ojos de pánico del resto de viajeros decidí ir al baño. Si eso ya es difícil, ve con un bebé, sus cosas y turbulencias. Salimos ilesos, aunque destrocé  una pieza del lavabo pensando que había una papelera cerca.


Todo fue bien e incluso me atreví a comentar con mi novio el hecho de que en el Triángulo de las Bermudas los aviones se pierden justo en el momento en el que sobrevolabamos la zona con turbulencias.


Aterrizamos con problemas pero vamos, después de superar lo del baño y sufrir a my love tenso durante 10 horas de silencio, ya era pan comido.


Besis